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Monsanto fue su propio escritor fantasma en revisiones de seguridad

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Documentos académicos que reivindican a su herbicida Roundup fueron escritos con la ayuda de empleados de la compañía.

Artículo original: https://www.bloomberg.com/news/articles/2017-08-09/monsanto-was-its-own-ghostwriter-for-some-safety-reviews

Fecha: 9 de agosto 2017

Monsanto Was Its Own Ghostwriter for Some Safety Reviews

Autores: Peter Waldman, Tiffany Stecker y Joel Rosenblatt

Traducción y adaptación periodística para La vaca MU: Anabel Pomar

Monsanto Co. comenzó una revolución agrícola con sus semillas “Roundup Ready”, genéticamente modificadas para resistir los efectos de su herbicida estrella Roundup. Esa capacidad de matar malezas dejando intactos los cultivos deseables ayudó a la compañía a convertir el ingrediente activo de Roundup, el glifosato químico, en uno de los químicos más utilizados, en cultivos, en todo el mundo. Cuando ese uso intensivo planteó problemas de salud, Monsanto señaló que la seguridad del herbicida había sido examinada repetidamente por personas externas. Pero ahora hay nueva evidencia que ponen bajo sospecha la afirmación de Monsanto acerca de la rigurosidad de sus estudios científicos.

Decenas de correos internos de Monsanto, publicados el 1 de agosto por los abogados de los demandantes contra la compañía, revelan cómo Monsanto trabajó con una consultora externa para inducir a la revista científica Critical Reviews in Toxicology a publicar una revisión supuestamente “independiente” sobre los efectos del Roundup sobre la salud. La revisión, publicada junto con cuatro sub-papers en un suplemento especial de septiembre de 2016, tuvo como objetivo refutar la evaluación de 2015 de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) que clasificó al glifosato como probable cancerígeno. Esa evidencia sobre la relación del glifosato con el cáncer, por parte de la rama de investigación de la Organización Mundial de la Salud, llevó a California el mes pasado a listar el glifosato como carcinógeno humano conocido. También ha provocado más de 1,000 demandas en cortes estatales y federales por demandantes que afirman haber contraído linfoma no Hodgkin por la exposición de Roundup.

Monsanto admitió el pagó a la unidad de consultoría de Intertek Group Plc para desarrollar la revisión publicada bajo el título “Una revisión independiente del potencial carcinogénico del glifosato” pero aseguró que con ese pago terminó la participación de la compañía en la publicación. “Los Expertos fueron contratados por Intertek y actuaron como consultores de Intertek, y no fueron contactados directamente por la Compañía Monsanto”, señala la compañía en la Declaración de Interés de la revisión. “Ni los empleados de la compañía de Monsanto ni ningún abogado revisaron ninguno de los manuscritos del Panel de expertos antes de enviarlo a la revista”. Los correos electrónicos internos de Monsanto cuentan una historia diferente. La correspondencia muestra que el Jefe de Regulaciones Científicas de la compañía, William Heydens, y otros científicos de Monsanto estuvieron muy involucrados en la organización, revisión y edición de los borradores enviados por expertos externos. En un momento dado, Heydens incluso vetó las solicitudes explícitas de algunos de los especialistas para atenuar, lo que uno de ellos describió como, las críticas “encendidas” sobre la IARC.

“Es necesaria una revisión exhaustiva del sumario”, escribió el panelista John Acquavella, epidemiólogo de la Universidad de Aarhus en Dinamarca, en un correo electrónico de febrero de 2016 con un adjunto de sugerencias para el borrador. Alarmado, Ashley Roberts, la coordinadora de la edición por la consultora Intertek, reenvió la nota y ediciones de Acquavella a Heydens en Monsanto con la advertencia: “¡Por favor, eche un vistazo a lo último del grupo epi (demiología)!

Heydens reeditó las ediciones de Acquavella, argumentando en seis notas diferentes en el margen del borrador que las declaraciones que Acquavella había encontrado como “encendidas” no lo eran y no deberían ser cambiadas, a pesar de las peticiones del autor. En el artículo publicado, las ediciones de Heydens prevalecieron. En una entrevista, Acquavella dice que estaba satisfecho con el tono final de la revisión. Según una factura que envió a Monsanto, facturó a la compañía $ 20,700 por el trabajo de un mes en la revisión, la cual tardó casi un año en completarse.

Monsanto defiende la independencia de la revisión. Monsanto hizo solo “edición cosmética” de los documentos de Intertek y nada “sustancial” para alterar las conclusiones de los especialistas, dice Scott Partridge, Vicepresidente de Estrategia Global de Monsanto. Si bien la “elección de palabras” en la Declaración de Interés “no era ideal”, dice, “no cambió la ciencia”.

En julio de 2016, el editor de la revista, Roger McClellan, envió por correo electrónico sus instrucciones finales a Roberts en Intertek sobre lo que debía incluirse en las declaraciones de “Acknowledgement y Declaration of Interest “del periódico. “Quiero que sean lo más claros y transparentes posible”, escribió. “Al final del día, quiero que los críticos más agresivos de Monsanto, su organización y cada uno de los autores los lean y digan: Maldita sea, cubrieron todos los puntos que pretendíamos plantear”.

Específicamente, McClellan le dijo a Roberts que aclarara cómo fueron contratados los especialistas, “es decir, por la consultora Intertek”, escribió McClellan. “Si pueden decir sin consultar con Monsanto, sería genial. Si hubo alguna revisión de los informes por parte de Monsanto o sus representantes legales, eso debe ser revelado “.

Roberts remitió los correos electrónicos de McClellan, junto con una pregunta más técnica, a Heydens, quien respondió: “Good grief”, una expresión coloquial para señalar disgusto o molestia. La Declaración de Interés se reescribió según las instrucciones de McClellan, a pesar de no ser cierta. No se mencionó la participación de la compañía en la edición.

La participación editorial de Monsanto aparece “en oposición directa a su revelación”, dice Genna Reed, analista de ciencia y política del Centro para la Ciencia y la Democracia de la Union of Concerned Scientists (UCS) “Parece bastante sospechoso”.

En respuesta a las preguntas, McClellan escribió en un correo electrónico el 7 de agosto que desconocía los documentos de Monsanto y que había enviado el asunto al editor de la revista, Taylor & Francis, en Abingdon, Inglaterra. “Estas son acusaciones graves relativas a los cánones de publicación científica y merecen una investigación muy cuidadosa”, escribió. “Puedo asegurarles que Taylor y Francis, como editor, y yo, como el Editor Científico de Critical Reviews in Toxicology, investigaremos cuidadosamente el asunto y tomaremos las medidas adecuadas”. Una portavoz de Taylor & Francis dice que han comenzado una investigación.

Los documentos de Monsanto, más de 70 en total, se obtuvieron a través de un descubrimiento previo al juicio y fueron publicados en línea por algunos de los abogados de los demandantes, que alegan que Monsanto se perdió la “ventana” de 30 días que tuvo para impedir su liberación. Monsanto objetó esa publicación de documentos internos y solicitó al juez de distrito de los Estados Unidos Vince Chhabria en San Francisco que ordene los documentos sean retirados de la web y que se castigue a los abogados por violar las órdenes de confidencialidad. Dice Partridge de Monsanto: “Es desafortunado que estos abogados intenten obtener rédito personal a expensas de los intereses de sus clientes”.

Otros correos electrónicos muestran que la toxicóloga principal de Monsanto, Donna Farmer, fue eliminada como coautora de un estudio de 2011 sobre los efectos reproductivos del glifosato, pero no antes de que ella hiciera, detrás de escena, cambios sustanciales y adiciones al documento. El estudio, publicado en el Journal of Toxicology and Environmental Health de Taylor & Francis, sirvió para contrarrestar los hallazgos de que el glifosato dificulta la reproducción y el desarrollo humano. Partridge dice que las contribuciones de Farmer no justificaban el crédito de autoría. Si bien casi todas sus revisiones llegaron al documento publicado, su nombre ni siquiera aparece en los agradecimientos.