Enfrentando miles de millones de dólares en demandas contra el glifosato, la compañía puede no sobrevivir a una herida autoinfligida.
Por Caroline Winter y Tim Loh BLOOMBERG (19/9/2919) —Con Joel Rosenblatt y Naomi Kresge
Traducción colaborativa de Anabel Pomar.
En julio de 2018, un abogado con cara de bebé llamado R. Brent Wisner aprovechó la oportunidad para hacerle a su oponente legal una pregunta que lo había estado molestando. Por una sucesión de accidentes, Wisner se encontró co-liderando un caso monumental contra Bayer AG, el gigante químico alemán que recientemente había adquirido Monsanto por $ 63 mil millones. Dos semanas después de la acalorada batalla en la corte, estaba bastante seguro de que iba a ganar mucho e infligir un daño permanente en la compañía. Entonces quería saber: ¿Cómo era posible que Bayer no buscara cerrar un acuerdo?
El cliente de Wisner, un enfermo de cáncer de 46 años, ex jardinero del distrito escolar de California, dijo que su enfermedad había sido causada por rociar cientos de litros de Roundup, el herbicida de Monsanto Co. El equipo de Wisner había compilado centenas de documentos que respaldaban las afirmaciones y demostraban que Monsanto pudo haber actuado de mala fe, contactando a funcionarios de la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. Y desprestigiando a los científicos que plantearon preguntas sobre la seguridad del preciado herbicida de la compañía.
Cuando Wisner se encontró solo en una sala del tribunal con dos de los abogados de Bayer, les preguntó: “¿Qué están haciendo? ¿Por qué están llevando este caso a un juicio? “Para aclarar la pregunta, agregó: “Vamos a ganar, y les será mucho más difícil resolver los casos en el futuro”.
Los abogados de Bayer no se inmutaron. “Dijeron: Oh, Brent, ya sabes, hay ganadores y ganadores. Y si crees que vas a ganar un par de millones de dólares, y para vos eso es una gran victoria, está bien, pero no creemos que tengan la oportunidad de obtener una suma muy grande aquí “, recuerda Wisner. Sorprendido, les dijo: “No sé lo que le estás diciendo a tu cliente, pero voy a pedir una cantidad de dinero ridícula”. (Los abogados de Bayer dicen que no recuerdan esa conversación.)
Los inversores de Bayer probablemente hubieran deseado que la compañía nunca hubiera permitido que ese caso llegara a juicio. O mejor aún, que Bayer nunca hubiera comprado Monsanto, con sede en St. Louis, en primer lugar. Después de un juicio de cuatro semanas, un jurado de San Francisco sentenció que el Roundup había causado el linfoma no Hodgkin del cliente de Wisner y le otorgó $ 289 millones. (La cifra se redujo más tarde a $ 79 millones). La noticia de la sentencia borró en un solo día $ 10 mil millones del valor de mercado de las acciones de Bayer y abrió la puerta a innumerables demandas contra el Roundup.
Durante los siguientes nueve meses, Bayer perdió dos juicios más en el Área de la Bahía. En el más reciente, el equipo de Wisner representó a una pareja de California que usó Roundup en varias propiedades durante sus casi 50 años de matrimonio antes de que ambos contrajeran el linfoma no Hodgkin. Esta vez, el jurado otorgó a los demandantes $ 2 mil millones, el veredicto más grande del año en todo los Estados Unidos en un juicio por daños por defectos de producto. Cuando un abogado de Bayer le preguntó a un miembro del jurado qué necesitaba como prueba de que el producto de Monsanto era seguro, el miembro del jurado le respondió: “Qué se levante, se sirva un vaso y se lo bebiera”.
Posteriormente el juez rebajó la indemnización a $ 87 millones para adecuarse a los procedimientos legales, pero se negó a rechazar el veredicto de condena como Bayer había solicitado. Ahora se presentan miles de demandas más cada mes contra Bayer, y el número de demandantes ha superado los 18.400. Mientras tanto, las acciones de la compañía han caído un 33% desde que se cerró el acuerdo, dejando su valor de mercado en $ 68 mil millones, apenas un poco más de lo que se pagó para comprar Monsanto.
Los analistas estiman que resolver todas las demandas en los Estados Unidos podría costar entre $ 2.5 mil millones y $ 20 mil millones. Mientras tanto, Wall Street, inversores minoristas, agricultores, empleados de Bayer y casi todos los demás se preguntan: ¿Qué estaba pensando la empresa? ¿No anticiparon los líderes de Bayer problemas cuando decidieron adquirir Monsanto, clasificada durante mucho tiempo por Harris Poll como una de las compañías más odiadas de Estados Unidos? ¿Realmente creían que el litigio Roundup no sería un problema? ¿Y puede Bayer sobrevivir a esta herida autoinfligida?
“Todo esto podría haberse escondido de forma ordenada, en silencio, hace tres años, con un acuerdo por menos de mil millones de dólares, incluso por la mitad de eso”, se sorprende Wisner. “Lo que he visto desde el principio en todo este litigio es un nivel de arrogancia que no deja de asombrarme”.
El hombre responsable de adquirir Monsanto es Werner Baumann, director ejecutivo de Bayer. Baumann, de cincuenta y seis años, delgado, afeitado, con cabello plateado muy corto y gafas redondeadas, tenía solo dos semanas en su mandato como CEO cuando viajó a St. Louis en mayo de 2016 con una impresora portátil. En su hotel, finalizó una carta oficial antes de tomar un taxi a la sede de Monsanto para hacerles una oferta secreta.
En ese momento, Bayer rivalizaba con el gigante de software SAP SE como la compañía alemana más valiosa en la bolsa de valores de Frankfurt. El titán industrial de 156 años, más conocido por inventar la aspirina, ha disfrutado durante mucho tiempo de una reputación de estabilidad, transparencia e innovación científica. Su sede, justo al norte de Colonia, en la tranquila y pequeña ciudad de Leverkusen, está marcada por un logotipo iluminado de 50 metros de altura conocido como la Cruz de Bayer. Recientemente vendió la expansión de plantas químicas a lo largo del río Rin, pero aún es dueño de Bayer Leverkusen, un equipo de fútbol que comenzó para los empleados en 1904 que ahora compite en la Liga de Campeones de Europa y posee un estadio de 30,000 asientos. Otras participaciones en la ciudad también incluyen una “casa de descanso y recuperación” de 800 asientos que alberga producciones teatrales y conciertos de la Orquesta Filarmónica Bayer patrocinada por la compañía, además de restaurantes, un hotel de cuatro estrellas y una bodega de 80,000 botellas.
Hasta principios de la década de 2000, Bayer funcionaba como un conglomerado de la vieja escuela sin restricciones con hasta 30 negocios separados, incluidos productos farmacéuticos, salud animal, plásticos, caucho, productos químicos básicos y finos, y productos fotográficos. Luego comenzó a inclinarse vacilantemente ante las demandas de los inversores modernos para agudizar su enfoque. En 2014, la predecesora de Baumann, la holandesa y estadounidense Marijn Dekkers, bautizó a Bayer como una “compañía integrada de ciencias de la vida” dedicada al cuidado de plantas, animales y personas, y escindió el negocio de materiales de construcción y manufacturas de la compañía. Baumann ayudó a supervisar la adquisición multimillonaria de Schering AG con sede en Berlín y, después de convertirse en el director financiero de Bayer, la compra de la división de salud del consumidor de Merck & Co.
Para 2016, Bayer se enfrentaba a un dilema. Las exitosas drogas cardiovasculares y para el cuidado ocular que lo habían llevado a posicionar sus acciones en el mercado, tenían menos de una década de derechos de patente, y la “usina” de medicamentos innovadores se estaba agotando. Mientras tanto, su división de agricultura se enfrentaba a una cada vez mayor creciente competencia debido a la consolidación dentro de la propia industria. Dow Chemical Co. se había asociado recientemente con DuPont Co., y China National Chemical Corp. se había unido a Syngenta AG de Suiza.
Dentro de Bayer, a algunos les preocupaba que una entidad extranjera pudiera organizar una adquisición hostil y dividir el imperio. Para fortalecer la cartera de la compañía, Baumann comenzó a pensar en comprar Monsanto, una posibilidad que había estado investigando desde al menos 2011. Se informó ampliamente que su superior, Dekkers, estaba en contra de la medida. Pero Baumann tuvo una inusual cantidad de influencia y el respaldo de su mentor, Werner Wenning, un león de la industria alemana que fue el CEO de Bayer en la década de 2000 y ha presidido el consejo de supervisión desde 2012.
Juntos, “Big Werner” y “Little Werner”, como se suele llamar al dúo, concluyeron que adquirir a Monsanto tenía sentido. Bayer se había especializado durante mucho tiempo en los productos químicos utilizados por los agricultores para combatir hongos, malezas e insectos, pero carecía de un negocio de semillas de primer nivel. Monsanto había dominado el sector de las semillas desde que revolucionó la industria en la década de 1990 al introducir semillas de maíz, soja y algodón genéticamente modificadas para resistir el glifosato, el ingrediente activo del Roundup.
Por demás prolijo y de un estilo extremadamente suave, Baumann no parece ser del tipo que disfruta saborear las constantes batallas culturales que rodean a Monsanto. Creció en una calle de clase trabajadora en el oeste de Alemania en la ciudad de Krefeld, a una hora en coche al norte de Leverkusen, donde sus padres tenían una panadería en la planta baja del edificio donde vivía la familia. Estudió economía en la Universidad de Colonia, pensando que se convertiría en auditor fiscal, contador o consultor. En cambio, consiguió un trabajo en Bayer en 1988 y nunca se fue. Durante su ascenso de tres décadas, sirviendo temporadas en los Estados Unidos, España y Alemania, impresionó a los jefes, ninguno más importante que Wenning, con su disposición a trabajar horas interminables y su habilidad para dominar temas complicados.
Pero Baumann ha sido criticado por carecer de inteligencia emocional, y algunos dicen que esta deficiencia puede haber afectado su juicio sobre Monsanto. “Las cifras son verdaderas o falsas, buenas o malas”, dice Marc Tüngler, director gerente de DSW, una asociación alemana que asesora a inversores pequeños e institucionales. “Con Monsanto, no se trata solo de cifras buenas o malas. Se trata de tomar riesgos, se trata de empatía, se trata de comunicarse y explicar”.
Apenas unas semanas antes de asumir el puesto número uno de Bayer, Baumann aseguró a los inversores y periodistas que no tenía planes de hacer nada “revolucionario”. Así que fue un shock cuando, medio mes después de su mandato, se filtró la noticia de que había propuesto la mayor adquisición corporativa en la historia alemana. Las acciones se desplomaron de inmediato un 9%. “Nos acostamos como accionistas farmacéuticos y nos despertamos con glifosato”, dice Christian Strenger, un experto en gobierno corporativo y accionista de Bayer.
Los empleados de Bayer también se vieron sacudidos. En un webcast de la compañía que se realizó días después de la noticia, varios exigieron saber si Bayer podía permitirse la adquisición, si la medida reduciría las inversiones necesarias en la división farmacéutica y si la imagen tóxica de Monsanto ensuciaría el nombre de su venerado empleador. Baumann dijo que no había nada de qué preocuparse, y dijo a los empleados que, aunque Monsanto podría ser impopular en Europa, donde los organismos genéticamente modificados están en gran medida prohibidos, su reputación en el extranjero era diferente. “En los Estados Unidos”, dijo, “Monsanto es una compañía muy, muy respetable”.
Para cuando Bayer llegó a un acuerdo de adquisición en septiembre de 2016, se habían presentado 120 demandas por linfoma no Hodgkin contra Monsanto. Eso no le preocupaba demasiado a Baumann. Estaba menos interesado en el Roundup que en los OGM y las operaciones agrícolas digitales de la compañía estadounidense, que implementan satélites, drones, imágenes infrarrojas y tractores controlados por GPS para ayudar a los agricultores a tomar mejores decisiones de siembra. Dicho esto, el negocio de eliminación de malezas de Monsanto, que ganó $ 3.7 mil millones en 2017, fue una fuente de ingresos lo suficientemente atractiva como para que Bayer cumpliera con los reguladores antimonopolio al vender su propio herbicida insignia, llamado Liberty, y la mayor parte de su negocio de semillas al rival alemán BASF SE por $ 7 mil millones.
Patentado por Monsanto a principios de la década de 1970, el glifosato ha sido llamado el Santo Grial de los herbicidas por su eficiencia en la eliminación de malezas y la expansión de las cosechas. Después de que Monsanto introdujo sus semillas Roundup Ready resistentes al glifosato en 1996, el uso de glifosato se disparó quince veces. Para 2014, los agricultores estaban rociando casi 1 litro por cada hectárea de tierra cultivable en los EE. UU. Y casi medio litro por cada hectárea en todo el mundo.
Antes de la adquisición, Monsanto afirmó en un sitio web que el glifosato es “aproximadamente la mitad de tóxico que la sal de mesa y más de 10 veces menos tóxico que la cafeína”. El compuesto ha obtenido la aprobación reiterada de las agencias reguladoras de todo el mundo, incluso en Australia, Canadá, la Unión Europea, Japón y los EE. UU. Muchos agricultores ven el glifosato como crucial para alimentar de manera asequible a una población en crecimiento en un planeta que se calienta rápidamente.
Aún así, había muchas banderas de alerta. En marzo de 2015, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), un brazo de la Organización Mundial de la Salud con sede en Francia, convocó a 17 expertos de 11 países. Revisaron toda la investigación disponible públicamente sobre el glifosato (alrededor de 1,000 estudios) y concluyeron que es “probablemente cancerígeno para los humanos”. Aunque la IARC no tiene poder regulatorio, los hallazgos abrieron la puerta a litigios en los Estados Unidos y en todo el mundo. La IARC también afirma que las formulaciones basadas en glifosato, incluido el Roundup, a menudo son más tóxicas que el glifosato solo.
En 2017, cuando Baumann encuestó a científicos en la unidad farmacéutica de Bayer en Berlín, varios dijeron que creían que el Roundup podría causar cáncer. Y para cuando se completó la adquisición, los equipos de abogados de los demandantes habían forzado la publicación de más de 400 documentos internos de Monsanto, los llamados Papeles de Monsanto, que ilustran cómo la compañía estadounidense socavó las serias preocupaciones sobre la seguridad que datan de 1984. En 2016, la EPA reunió a un panel de científicos externos para realizar una evaluación de pares sobre la conclusión de esa agencia de que el glifosato es seguro. Ocho de los 15 panelistas expresaron preocupaciones significativas sobre la postura de la EPA, y otros tres cuestionaron datos presentados por Monsanto y otros fabricantes de pesticidas. El informe final de la EPA, que en gran medida validó a la agencia, ofuscó estas aprensiones.
“Si la EPA mañana financiara un estudio de roedores a largo plazo sobre el Roundup, recuperaría mucha credibilidad”, dice Wisner. “Mostraría que en realidad están dispuestos a considerar que causa cáncer. Pero no lo están”.
Con 36 años, Wisner, con cara redondeada, el cabello rojizo y la barba que se afeita para comparecer ante el tribunal, se parece al comediante Zach Galifianakis. Rápidamente bromea sobre los beneficios sociales de su trabajo. “Lo primero que hago cuando me encuentro con un extraño es decirle que soy abogado, que demando a Monsanto, porque la gente inmediatamente dice: ‘Buen hombre, déjame pagarte un trago”. Y agrega: “Donde quiera que vaya, es increíble, todos odian a estos tipos. Es genial.”
La desconfianza de Wisner hacia Monsanto se remonta a su infancia en Topanga Canyon, California, un enclave bohemio en el oeste del condado de Los Ángeles. Su padre, ecologista, guionista y autor de Living Healthy in a Toxic World, trabajó con el sindicalista César Chávez para obtener asistencia médica para los agricultores expuestos al DDT, un pesticida fabricado por, entre otros, Monsanto.
Después de completar la escuela de derecho en la Universidad de Georgetown, donde también obtuvo una maestría en política pública, Wisner regresó a Los Ángeles y consiguió un trabajo con Baum, Hedlund, Aristei y Goldman como abogado litigante. En 2015, una mujer del departamento de marketing envió a los abogados de la firma un correo electrónico emotivo, pidiéndoles que consideraran un caso contra Monsanto. Su tío, un granjero de paltas que había usado Roundup durante años, acababa de morir después de una breve batalla contra el linfoma no Hodgkin. La mayoría de los socios descartaron la idea porque probar la causa del cáncer es casi imposible. Pero Wisner pasó algunas semanas investigando la bibliografía científica disponible y concluyó: “Mierda, en realidad hay un caso aquí”.
Llamó a otros abogados prominentes especialistas en daños en todo el país y descubrió que varios estaban trabajando para presentar demandas contra el Roundup. Uno de ellos, Michael Miller, quien dirige un bufete de abogados en Orange, Virginia, le dio la bienvenida a bordo a Wisner. “Mierda chicos, ya estoy haciendo esto. Tengo 10 casos. Tendremos una reunión en Denver en dos semanas. Vamos a hacerlo”, les dijo Wisner.
Los abogados, la mayoría de ellos perteneciente a cinco firmas, decidieron enfocarse en pacientes con linfoma no Hodgkin, porque la IARC había encontrado “una asociación estadísticamente significativa” entre la enfermedad y la exposición al glifosato. Wisner comenzó recopilando estudios académicos y develó con éxito más de 80 documentos confidenciales de la compañía, su propia contribución a los Papeles de Monsanto.
El primer caso de una demanda unificada, en representación del ex jardinero de la escuela, Dewayne “Lee” Johnson, fue llevado a juicio porque Johnson estaba cerca de la muerte. Dos semanas antes de la fecha del juicio, Miller, de 67 años, un experimentado abogado litigante que había estado trabajando en el caso durante tres años y estaba programado para liderarlo, sufrió un accidente de kiteboard que casi le cuesta la vida. Cuando el asociado junior de Miller fue trasladado de urgencia al hospital unos días más tarde con convulsiones epilépticas, Wisner fue llamado para codirigir el caso con otro joven abogado, David Dickens, de la firma de Miller.
Wisner solo había presentado dos casos hasta ese momento, pero había pasado años compilando investigaciones sobre Monsanto. En el juicio, sus comentarios iniciales duraron casi cuatro horas, y durante los descansos se disculpó con sus colegas por tomarse tanto tiempo. “Pero me dijeron: “Al jurado le encanta. Están enganchados, están tomando notas”.
Cuatro semanas después, en una sala repleta, el jurado le otorgó a Johnson $ 289 millones de dólares. “Me largué a llorar”, recuerda Wisner. “Y miré a los miembros del jurado, y tres de los miembros del jurado estaban llorando. Miró a la taquígrafa de la corte, y ella también lloraba mientras intentaba escribir la transcripción. Lee estaba llorando. … Fue muy fuerte”.
En la sede de Bayer, la noticia del veredicto fue un impacto, recuerda Liam Condon, presidente de la Unidad de Ciencia de Cultivos. Hacía solo dos meses, antes de adquirir Monsanto, Baumann había planeado librarse de la mala imagen de la compañía retirando inmediatamente el nombre de Monsanto. Pero de repente, Monsanto y ahora Bayer aparecían en las noticias. A medida que el valor de las acciones de Bayer se desplomaban, cayendo hasta un 47% durante el año siguiente, Baumann anunció planes para perfeccionar aún más el enfoque de la compañía en la ciencia de cultivos y productos farmacéuticos mediante la reducción de 12,000 empleos en todo el mundo, alrededor del 10% de la fuerza laboral, y vendiendo su negocio de salud animal y partes de su franquicia de salud del consumidor, incluyendo Dr. Scholl’s y la marca de protector solar Coppertone.
Cuando Bayer convocó a su reunión anual de accionistas en abril, el ambiente era explosivo. Dentro del Centro de Conferencias Mundiales de Bonn, un enorme complejo de vidrio y acero que albergó al antiguo parlamento de Alemania Occidental, decenas de accionistas expresaron su frustración durante casi 12 horas. Muchos estaban furiosos porque nunca se les había dado la oportunidad de votar sobre el acuerdo de adquisición de Monsanto. Algunos dijeron que la debacle del Roundup había sido completamente previsible, especialmente desde que el número de demandantes había aumentado a más de 5,000 para cuando se cerró la fusión. “El antiguo gigante farmacéutico ha mutado a un enano”, enfureció un inversor.
Más tarde esa noche, un Wenning visiblemente emocional leyó los resultados del voto de confianza de los accionistas. Baumann se había convertido en el primer CEO de una importante empresa alemana en décadas en perder el apoyo mayoritario, aunque el voto no fue vinculante. Y, sin embargo, mantuvo la calma, mientras seguía repitiendo la declaración oficial de Bayer, la compañía con la ayuda de una empresa externa, ha realizado todas las diligencias necesarias, examinando todos los documentos disponibles públicamente sobre el glifosato de las agencias regulatorias del mundo, así como algunos documentos internos de Monsanto, antes de concluir que el riesgo de litigios contra el Roundup era bajo.
En lugar de realizar un mea culpa, Baumann declaró que los abogados de los demandantes habían hecho acusaciones “increíbles” y “perturbadoras” sobre Monsanto, que habían engañado a los jurados y estaban socavando la fe de la sociedad en los hechos. “Aquí en Bayer”, dijo, “estamos comprometidos a ayudar a las personas a recuperar la confianza que han perdido en la ciencia y en las autoridades reguladoras”.
Dos semanas después, Bayer perdió su tercer juicio contra el Roundup, que arrojó un veredicto de $ 2 mil millones. Mientras tanto, continuaron surgiendo noticias negativas sobre Monsanto. En mayo, los medios franceses descubrieron un proyecto de Monsanto, de 2016, para realizar un seguimiento de periodistas, políticos y científicos, supuestamente para suprimir las críticas al glifosato. Bayer nombró una firma de abogados para investigar la denuncia y concluyó que las acciones de Monsanto no eran ilegales. En agosto, The Guardian informó que Monsanto había operado un llamado centro de fusión para monitorear y desacreditar a activistas y reporteros. Un portavoz de Bayer le dijo a The Guardian que las actividades de Monsanto “estaban destinadas a garantizar que se entablara un diálogo justo sobre la compañía y sus productos, preciso y basado en la ciencia”.
En medio de todas las revelaciones condenatorias, Elliott Management Corp., un fondo de inversiones de alto riesgo dirigido por Paul Singer, admitió una participación de $ 1.3 mil millones en Bayer. Singer, dueño de uno de los fondos de inversión especulativa con mayor índice de imagen negativa a nivel mundial, hizo su fortuna invirtiendo en países en crisis, como Argentina y Perú, además de derribar despiadadamente a CEOs y reestructurar empresas. (Un CEO le dijo al New Yorker que descubrir que Elliot está invirtiendo en una empresa es como “Buscar pulso en tu brazo y encontrar una leyenda que dice ‘Vas a morir'”). En junio, la firma de Singer lanzó una declaración abominable que dice: “Si bien resolver el desafío que implica este litigio es claramente una prioridad en lo inmediato, Elliott cree que Bayer podría hacer mucho más para maximizar el valor a largo plazo para todos sus accionistas”. La preocupación de que un extraño ingresara a Bayer y la dividiera se había convertido en una posibilidad real.
Si las unidades de Bayer fueran separadas, los analistas señalan que la división farmacéutica es probablemente demasiado pequeña para prosperar por sí misma y podría convertirse en un objetivo de adquisición para empresas como Pfizer Inc. Mientras tanto, Bayer podría tener problemas para justificar el funcionamiento de la mayor empresa agrícola del mundo desde Alemania, donde los cultivos genéticamente modificados (OGM) están prohibidos y los políticos acordaron recientemente la eliminación progresiva del glifosato para el 2023. Por tanto, la sede podría mudarse a St. Louis, donde Monsanto en los últimos años gastó alrededor de $ 400 millones para mejorar las instalaciones.
La mejor esperanza de Baumann para salvar su trabajo y mantener intacto a Bayer requerirá ir más allá del litigio Roundup. En junio, la compañía contrató al reconocido abogado de daños John Beisner. Se pensó ampliamente que era una señal de que Bayer tenía la intención de presentar pelea en lugar de rendirse. Pero un mes después, Baumann admitió que la compañía estaba “participando de manera constructiva en el proceso de mediación” y consideraría un acuerdo financieramente razonable si éste fuera a poner un punto final a los casos contra el Roundup. Bayer y la próxima ronda de demandantes acordaron recientemente posponer varios juicios en el condado de St. Louis hasta enero, presumiblemente para ver si se logra llegar a un acuerdo este otoño. Los inversores esperan una resolución pronto. Si Bayer consigue llegar a un acuerdo por menos de $ 10 mil millones, valdrá la pena, según Markus Manns, un administrador de fondos de Union Investment, uno de los principales accionistas de Bayer.
Pase lo que pase, Roundup está cayendo rápidamente en desgracia. En los Estados Unidos, la cadena de supermercados Costco Wholesale Corp. lo retiró de sus góndolas. Los políticos desde Austria hasta la India están pidiendo prohibiciones para el glifosato, mientras que Bélgica, Canadá y otros países están restringiendo su uso. La UE simplemente puede permitir que la autorización del herbicida expire en el 2022.
Sin embargo, millones de agricultores todavía confían en el Roundup y argumentan que los productos que no contienen glifosato podrían ser peores para el medio ambiente. Cuando los periodistas visitaron recientemente la División de Ciencia de Cultivos de Bayer, los empleados respaldaron a Baumann, diciendo que el litigio Roundup no solo está fuera de lugar, sino que también es una distracción de la muy necesaria misión de la compañía de desarrollar tecnología agrícola para producir más alimentos en menos tierra. “Un desafío que sigue creciendo cada vez más”, dijo Condon, jefe de esa división.
Baumann sigue plácido y con la voz suave como siempre. A principios de septiembre viajó a Frankfurt para asistir a varias reuniones. Sentado en el patio del hotel de cinco estrellas Villa Kennedy, se lo veía bronceado y relajado. El ochenta por ciento de su riqueza personal está invertida en Bayer, pero aseguró que el litigio Roundup no le quita el sueño. Las agencias regulatorias en el mundo entero, reiteró, siempre han considerado que el herbicida es seguro.
Al haber absorbido a Monsanto, continuó Baumann, Bayer posee tecnología y recursos inigualables para enfrentar de manera sostenible los crecientes desafíos de la industria agrícola. En otras palabras, no se arrepiente de haber comprado la odiada compañía estadounidense. “Independientemente de lo que digan las condenas legales, no dormiría bien, y ciertamente no estaría sentado aquí representando a la compañía, si se hubiera cometido un error importante bajo mi “guardia”.