Nota original por Carey Gillam
Hace unos tres años, los ejecutivos de Monsanto se dieron cuenta de que tenían un gran problema entre manos. Corría septiembre de 2014 y el químico más vendido de la compañía, el herbicida glifosato, el principal de los productos Roundup de la marca Monsanto, había sido seleccionado entre un puñado de pesticidas para ser sometido al escrutinio de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud de las Naciones Unidas. Monsanto había pasado décadas evitando que se instalaran preocupaciones sobre la seguridad del glifosato, desacreditando la investigación científica que indica que el químico podría causar cáncer u otras enfermedades. A pesar de que faltaban meses para la revisión de la IARC, los propios científicos de Monsanto sabían cuál sería el resultad: no sería nada bueno.
Los registros internos de la compañía muestran no solo el nivel de temor de Monsanto sobre la inminente revisión, sino que los funcionarios de la compañía esperaban que los científicos de la IARC encontraran no pocas algunas conexiones cancerígenas con el glifosato. Los científicos de la compañía discutieron la “vulnerabilidad” que rodeaba sus esfuerzos para defender el glifosato en medio de múltiples hallazgos de investigación desfavorables en estudios de personas y animales expuestos al herbicida. Además de los estudios epidemiológicos, “también tenemos vulnerabilidades potenciales en las otras áreas que IARC considerará, a saber, exposición, gentox (capacidad de un agente quimico de producir daño en el ADN causando mutaciones asociadas al cáncer) y modo de acción …”, escribió un científico de Monsanto en octubre de 2014. Ese mismo correo electrónico discutía la necesidad de encontrar aliados y organizar los fondos para una “pelea” los meses previos a la reunión de la IARC de marzo de 2015.
Monsanto se predijo, incluso antes de que esa reunión de la IARC se llevara a cabo, que la revisión de la evidencia científica daría como resultado la clasificación del glifosato como “posiblemente” o “probablemente” cancerígeno. Los funcionarios de Monsanto habían anticipado la decisión de la IARC en un plan interno de “preparación” que advertía a sus colegas que “asumieran y se prepararan para el resultado …”. El documento muestra que Monsanto pensó que era probable que la IARC considerara al glifosato como un “posible carcinógeno humano”. La calificación de posible carcinógeno era “posible pero menos probable”, según el memorando de Monsanto. IARC finalmente clasificó el glifosato como “probablemente cancerígeno para los humanos”.
A medida que se acercaba la reunión de la IARC, los documentos internos muestran que Monsanto no esperó que la decisión se tomara para actuar. Alistó equipos de PR (comunicación) y expertos en lobby, científicos y otros, en un plan destinado a crear una campaña de “indignación” ante la desición de la IARC. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer tenía un historial de “decisiones polémicas y políticamente cuestionables”, según el memorando de Monsanto.
El plan era generar suficiente controversia para desacreditar por completo la evaluación de la IARC porque las autoridades de Monsanto sabían que los reguladores estarían influenciados por la IARC, y podría estar en riesgo el uso continuo y generalizado de la sustancia química más vendida.
“Es posible que la decisión de la IARC influya en futuras decisiones regulatorias”, declaró Monsanto en su correspondencia interna.
El momento fue crítico porque en 2015 tanto la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) como la Comisión Europea estaban evaluando las reautorizaciones del herbicida de Monsanto. Luego de la clasificación de la IARC, tanto la Unión Europea como la EPA retrasaron la decisión final sobre el glifosato en medio del debate sobre la seguridad de los productos químicos.
“Lo que esto significa, en mi opinión, es que para Monsanto era obvio que había evidencia de carcinogenicidad”, dijo Peter Infante, un epidemiólogo que trabajó durante más de 24 años para el gobierno de Estados Unidos estudiando el riesgo de cáncer en trabajadores expuestos a sustancias tóxicas. “Creo que a Monsanto no le gusta que el público esté informado sobre el peligro del cáncer”.
Después de la decisión de la IARC estalló una verdadera tormenta de protestas de organizaciones e individuos junto a “los aullidos de indignación” de Monsanto. Se ha cuestionado el manejo de los fondos asignados por Estados Unidos para la IARC y realizando una campaña de desprestigio sobre el presidente del grupo de trabajo acusandolo de retener información sensible a su equipo.
El documento de seguimiento, que incluye correos electrónicos internos, memos y otras comunicaciones de Monsanto – obtenidas por los abogados de los demandantes a través de un litigio pendiente en los Estados Unidos- deja en claro que el debate sobre la clasificación de la IARC no surgió espontáneamente de múltiples voces, sino que fue fabricado por Monsanto antes de que la decisión fuera tomada y continuó luego de que se conociera la misma. El objetivo era, y sigue siendo, convencer a los reguladores para que desconozcan los hallazgos del equipo de expertos científicos independientes que formaron el equipo de IARC que examinó el glifosato.
Los registros internos obtenidos a través de litigios, combinados con documentos obtenidos a través de la Ley de la libertad de Información (FOIA según sus siglas en inglés) y solicitudes de registros estatales también muestran que las acciones empleadas para desacreditar a IARC fueron parte de un plan de tácticas engañosas de Monsanto que duró décadas para persuadir a reguladores y legisladores, miembros de la prensa y público en general sobre la seguridad del glifosato y el Roundup. La compañía ha usado estas tácticas muchas veces durante años para tratar de desacreditar a varios científicos cuyas investigaciones demostraron efectos dañinos asociados con el glifosato.
“Orquestar la protesta”
El plan de ataque contra la IARC, que fue presentado en un memorando de febrero de 2015, involucraba no solo a relacionistas públicos, científicos y expertos en mercadotecnia de Monsanto, sino a una gama de actores ajenos a la industria. A varias se les asignó tareas. Las “estrategias y tácticas” incluían:
- “Orquestar la protesta” contra la decisión de la IARC: Llevar a cabo una difusión sólida (de la postura de la empresa) a través de los medios y las redes sociales sobre el proceso y los resultados.
- “Identificar / solicitar material de terceros expertos “independientes de los medios y la empresa” para producir textos en blogs, artículos periodísticos de opinión en diarios, twittear y/o vincular, republicar, retweetear, etc.” Los documentos muestran que uno de esos “expertos”, el académico Henry Miller, recibió un borrador del artículo para enviar a la revista Forbes para su publicación bajo su nombre sin mencionar la participación de Monsanto. Forbes se enteró del engaño el mes pasado y cortó las relaciones con Miller.
- “Informar / inocular / involucrar a los socios de la industria”: los socios de la industria mencionados en la lista incluyen tres organizaciones que pretenden ser independientes de Monsanto pero que han sido señaladas como grupos de lobby de la empresa; Academics Review, Genetic Literacy Project, ambas con sede en los EE. UU. y Sense About Science, que ha operado en ese país pero también en el Reino Unido. De hecho, Sense About Science fue el grupo identificado por Monsanto para liderar la respuesta de la industria y “proporcionar una plataforma para la audiencia de la IARC”. Estos hicieron lo que Monsanto planeó, publicando mordaces ataques contra la IARC en sus sitios web.
- Compromiso con las agencias reguladoras: Monsanto planeó que las asociaciones y cámaras de productores “escriban a los reguladores con el pedido concreto de seguir enfocados en la ciencia y no en la decisión con “trasfondo político cuestionable” de la IARC”.
- “Entregar la carta del líder de opinión, al periódico clave, el día del fallo de la IARC” con la asistencia de la firma de Marketing del Grupo Potomac.
El plan de preparación también pidió apoyar “el desarrollo de tres nuevos papers sobre glifosato centrados en epidemiología y toxicología”. Tal como estaba previsto, poco después de la decisión de la IARC, Monsanto hizo los arreglos para que varios científicos (muchos de ellos antiguos empleados o consultores a sueldo) escribieran y publicaran papers de investigación que respaldaran la seguridad del glifosato. Fue revelado a través de documentos que Monsanto discutió la escritura fantasma de los documentos. En un correo electrónico, el científico de la compañía William Heydens les dijo a sus colegas que la compañía podría “escribir ciertos informes que llevarían firmas de científicos externos”, que simplemente editarían y firmarían con sus nombres, por así decirlo “, escribió. Citó como ejemplo un estudio del 2000 que ha sido considerado influyente por los reguladores.
Los documentos muestran la gran participación de redacción y edición de Monsanto en la revisión supuestamente “independiente”. Monsanto ha negado categóricamente utilizar la técnica conocida como “ghostwritting” (escritura fantasma), pero un memorándum de agosto de 2015 de los archivos el científico de Monsanto David Saltmiras usa ese término, afirmando que fue él quien escribió y con esa técnica “fantasma” el documento sobre el cáncer Greim et al (2015) …” refiriéndose a un documento que mostraba autoría del el científico alemán Helmut Greim junto con Saltmiras. (Monsanto reconoció que Greim trabajó como asesor de la compañía y que parte de su trabajo consistió en publicar datos revisados por sus colegas sobre el glifosato).
Otro correo electrónico interno da cuenta de la redacción por parte de un científico de Monsanto de un trabajo de investigación titulado “Resultados del desarrollo y la reproducción … después de la exposición al glifosato”. La científica en cuestión, Donna Farmer, realizó un trabajo extenso, que incluyó lo que llamó un “cortar y pegar” de cierta información, pero su autoría no fue mencionada en el documento que fue enviado al diario. La versión publicada concluyó que “no hay evidencia sólida que vincule la exposición al glifosato a efectos adversos del desarrollo o reproductivos”.
El análisis documental también muestra que Monsanto temía que una agencia de salud de los EE. UU. que planeaba revisar el glifosato en 2015 pudiera coincidir con la IARC y colaboró con la EPA para bloquear exitosamente a esa agencia – la Agencia para Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades (ATSDR)- e impidir que esta hiciera su revisión. “Estamos tratando de hacer todo lo posible para evitar que ocurra un IARC doméstico”, escribió un funcionario de la compañía.
El registro también muestra que mucho antes de la IARC, Monsanto reclutó redes de científicos y académicos en los Estados Unidos y Europa que han defendido los productos de Monsanto, incluido su herbicida, sin declarar sus colaboraciones con Monsanto. Y que estos soldados silenciosos ayudaron a Monsanto a desacreditar a los científicos que informaron investigaciones que mostraban daños asociados con el glifosato y el Roundup. Incluso trabajando bajo las órdenes de Monsanto lograron que la revista científica que había publicado en septiembre del 2012, el estudio perjudicial para la empresa del científico francés Gilles-Éric Séralini, se retractara publicamente desacreditando la muestra y otras metodologías del mismo. La compañía incluso descartó las preocupaciones de uno de sus propios consultores pagos que encontró evidencia de la genotoxicidad del glifosato y se negó a realizar las pruebas adicionales que le fueran recomendadas.
Si lo que Monsanto dice es verdad, que el glifosato es muy seguro, y que no hay evidencia de que cause cáncer u otros problemas de salud, entonces ¿por qué los espejitos de colores? ¿Por qué la empresa necesitaría redactar documentos de investigación para presentarlos a los reguladores? ¿Por qué necesitaría Monsanto establecer redes de científicos que promuevan la seguridad del glifosato y destruir científicos cuya investigación causa preocupaciones? ¿Por qué Monsanto intentaría bloquear una revisión del glifosato por parte de la ATSDR estadounidense?
Dos comités del Parlamento Europeo han programado una audiencia para el 11 de octubre en Bruselas para ahondar en estas y otras cuestiones, ya que la Comisión Europea enfrenta una fecha límite inminente para tomar una decisión sobre la re-autorización del glifosato antes de finales de 2017.
Los legisladores deberían tomar nota de la evidencia de que su propia agencia de inocuidad de alimentos “parece haberle tirado la pelota” a las recomendaciones de investigaciones indepentes sobre el glifosato. Los registros muestran que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) descartó un estudio que vincula al herbicida de Monsanto con el cáncer por consejo de un funcionario de la EPA que Monsanto consideró “útil” y que ahora es investigado por la posible comisión de un ilícito por tal motivo.
También deberían prestar atención a las noticias de que la EFSA basó su recomendación sobre el glifosato en un informe que copió y pegó de un análisis de un estudio de Monsanto.
El presidente de Monsanto, Hugh Grant, fue invitado a dirigir la reunión del Parlamento en octubre, pero se negó a aparecer o a enviar a alguien más de su compañía. El Dr. Roland Solecki, jefe de seguridad química del Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos (BfR), también rechazó la invitación a participar, según los organizadores.
A lo largo de este debate, vale la pena recordar que las preocupaciones sobre la seguridad del glifosato tienen raíces profundas que datan de, al menos, 1985 cuando toxicólogos de la EPA analizaron datos que mostraban tumores raros en ratones dosificados con glifosato y determinaron que el glifosato era “posiblemente carcinogénico” para humanos”.
Las protestas de Monsanto finalmente revirtieron esa clasificación, pero a la luz de todas las tácticas engañosas reveladas recientemente en los documentos, vale la pena considerar las palabras de un científico de la EPA hace más de 30 años: “El glifosato es sospechoso (…) el argumento de Monsanto es inaceptable”.
El científico de la EPA en ese memorando de 1985 también escribió: “Nuestro punto de vista es proteger la salud pública cuando vemos datos sospechosos. No es nuestro trabajo proteger a los solicitantes de registro…”.
Los legisladores europeos harían bien en recordar esas palabras.