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Las sustancias agregadas al glifosato en los “productos formulados” generan sospechas

El Roundup forma parte de los “productos formulados”. Además del glifosato, contienen otras sustancias que también pueden ser tóxicas.

Artículo original: http://www.lemonde.fr/planete/article/2017/10/05/soupcons-sur-les-substances-ajoutees-au-glyphosate-dans-les-produits-formules_5196290_3244.html

Fecha: 5/10/2017

Autores: Stéphane Foucart y Stéphane Horel

Traducción colaborativa al español para Lavaca: Juan Manuel Rendón

Es una de las sutilezas del dossier: el glifosato, el ingrediente activo del famoso herbicida Roundup de Monsanto, nunca se utiliza solo. En la jerga de los especialistas en agroquímicos, lo que se comercializa son “productos formulados”. Estos productos contienen glifosato, pero también otras sustancias, que permiten a la molécula activa penetrar en los tejidos de las plantas para destruirlas. Sin estos “surfactantes”, el glifosato se vuelve casi inoperante.

Lamentablemente, lo que vale para las plantas, también vale, en cierta medida, para los humanos. Sin embargo, para fortuna de la empresa, las reglamentaciones de Europa y Estados Unidos no solicitan a la industria agroquímica ningún estudio sobre los efectos sanitarios a largo plazo de los “productos formulados”. En marzo de 2013, uno de los responsables de Monsanto le explica a uno de sus colegas: Nosotros no realizamos pruebas crónicas, subcrónicas o estudios de teratogenicidad [capacidad de provocar malformaciones en los recién nacidos] sobre nuestras formulaciones, escribe. La exposición a largo plazo se evalúa según la reglamentación, haciendo estudios de cancerogénesis con el ingrediente activo solo, el glifosato.

Daños

Entonces, aunque Monsanto asegure que el glifosato no es cancerígeno, eso no alcanza para decir que los productos a base de glifosato, como el Roundup, tampoco lo sean. En los “Monsanto papers”, los toxicólogos de la empresa de Saint-Louis (Missouri) lo dicen sin vueltas. En noviembre de 2003, uno de los jefes de toxicología explica incluso, de manera sorprendente, a uno de sus pares: “Ustedes no pueden decir que Roundup no es cancerígeno, porque no hicimos las pruebas necesarias para afirmarlo”.

¿Esto es un problema? En febrero de 2001, el jefe de toxicología de Monsanto para Europa escribe sin ningún reparo: “Si alguien viene a decirme que quiere hacer una prueba del Roundup, sé cuál va a ser mi reacción: una gran preocupación”. En varias ocasiones, otros empleados lo repiten sin rodeos. El 25 de abril de 2002, el jefe de seguridad de los productos reglamentados explica: “El glifosato está OK, pero es el producto formulado (y, por tanto, el surfactante) el que produce los daños”. “Daños” que involucran a los humanos, ya que lo que está en discusión entonces es la posibilidad de que el glifosato sea un “perturbador endócrino” ‒una sustancia capaz de interferir con el sistema hormonal.

Un tema ultrasensible

Los “Monsanto papers” muestran que las pruebas internas que la empresa realizó sobre sus productos formulados a base de glifosato son un tema ultrasensible. En marzo de 2002, las autoridades holandesas solicitan a Monsanto probar, en uno de sus productos a base de glifosato, la capacidad de atravesar la piel. Rápidamente, uno de los jefes toxicólogos de la empresa anticipa: “Debemos prestar atención para no generar datos que podrían poner en riesgo las autorizaciones europeas”.

Un mes más tarde, a principios de abril de 2002, uno de los responsables del asunto en Monsanto escribe: “Aunque hayamos aceptado [como lo pedían las autoridades holandesas] repetir un estudio in vitro de penetración dérmica sobre la piel de ratones, llegamos a la conclusión de que la penetración del glifosato habría sido probablemente superior al 3% requerido por las autoridades alemanas. Por eso, decidimos DETENER el estudio (efectivo esta mañana)”.

La secuencia incompleta de documentos desclasificados no permite conocer qué sucedió luego con este dossier, pero revela una información preocupante: el toxicólogo que anuncia la interrupción del incómodo estudio es hoy uno de los principales responsables científicos de la Agencia Europea de los Productos Químicos (ECHA) ‒una de las dos agencias de regulación europeas que, en 2016, declaró al glifosato no cancerígeno, oponiéndose al Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) de Naciones Unidas, para quien la molécula es “probablemente cancerígena”. La agencia europea aseguró a Le Monde que los hechos se remontan a quince años atrás, y que, según ellos, el toxicólogo en cuestión no participó de su evaluación del glifosato.

¿Este tipo de comportamiento se asemeja a un ocultamiento de datos? ¿Es ético? “Nuestros empleados responden a los más altos estándares éticos”, responden en Monsanto. En este caso, continúa Samuel Murphey, vocero de la compañía, “no eran necesarios estudios posteriores para que los organismos de regulación puedan evaluar la seguridad de las formulaciones a base de glifosato”.